Estoy haciendo una prueba de edición desde mi teléfono celular. Si usted puede leer esto, quiere decir que el experimento fue exitoso y que las maravillas de la web 2.0 nos sonrien a todos.

Lo tengo todo bajo control. Mi Twitter se actualiza con lo que escribo desde la aplicación que tengo instalada en mi teléfono. Facebook se actualiza con lo que escribo en otras redes sociales, como con las noticias que comparto desde el Google Reader, o este blog.

Todo esto es posible gracias a la web 2.0. Palabras más palabras menos, se trata de esos sitios web que tienen capacidad de conectar con otros servicios online, los llamados «SaaS», y que, mediante una serie de protocolos y credenciales, facilitan a los servidores conectarse entre sí para brindar un resultado al usuario.

Estamos hablando de nubes que se conectan entre sí y que automatizan el manejo de data en beneficio del marketing, los procesos de ventas, el soporte al cliente, las transacciones y muchas otras áreas clave de las organizaciones.

Probablemente, en el futuro leamos esto y riamos por lo complicado que suena el tema de configurar nubes. Tal vez, las redes sociales o servicios que mencioné arriba, no se mantengan en el tiempo, no lo sabemos.

Por ahora, esta capacidad de automatizar los servicios de la web, ofrece oportunidades gigantes a todos (los conectados). Veremos hasta donde podemos desarrollar capacidades en favor de la economía global, los países con mayor rezago, el acceso a la información y el intercambio cultural.

No obstante, también hay reservas: ¿La seguridad de nuestra información?, ¿la privacidad?, ¿la brecha digital entre los conectados y los no conectados hará más amplia la brecha de ingresos?, ¿tendremos esa sociedad orwelliana que vimos en Minority Report? Son las preguntas con las que nos vamos a dormir quince días antes de mi cumpleaños número 22, a finales de la primera década del Siglo XXI.